viernes, 24 de noviembre de 2017

¿CÓMO DESARROLLAR HÁBITOS SALUDABLES EN NUESTROS HIJOS?

Tener una vida activa y seguir una alimentación saludable son dos puntos clave para mantener un buen estado de salud en todas las etapas de la vida.
En este artículo, los especialistas en nutrición del Hospital Sant Joan de Déu (Barcelona) nos ofrecen recomendaciones específicas sobre actividad física en la infancia y adolescencia, sus beneficios y la importancia de mantener una alimentación saludable y adecuada.
Recomendaciones de actividad física en niños de 5 a 17 años
La Organización Mundial de la Salud (OMS), recomienda que los niños de 5 a 17 años realicen actividades físicas de intensidad moderada a vigorosa como mínimo durante 60 minutos diarios, pudiendo repartirse en dos o más sesiones al día. Dedicar más tiempo del mencionado aportará un beneficio mayor para la salud.
La actividad física diaria debería ser, principalmente aeróbica aunque también convendría incorporar actividades vigorosas que refuercen los músculos y huesos, como mínimo tres veces por semana.
Por otro lado, aquellos niños que sean inactivos deben comenzar con actividades ligeras e ir incrementando paulatinamente el tiempo, la frecuencia y la intensidad de las actividades, hasta conseguir las recomendaciones.
Beneficios de la actividad física en los niños
Realizar actividad física tiene múltiples beneficios para la salud de los niños, entre los cuáles, favorecer el adecuado desarrollo de los huesos, los músculos, las articulaciones, el sistema cardiovascular y el sistema neuromuscular. Además, permite mantener un peso corporal saludable y tiene efectos beneficiosos a nivel psicológico.
Debemos recordar el impacto social que tiene practicar actividades de movimiento, ya que fomenta la integración social, la adquisición de valores positivos y favorece la autoconfianza.
Beneficios de una correcta alimentación en los niños
La Dieta Mediterránea es considerada como un modelo de alimentación muy saludable debido principalmente a sus componentes.
Se caracteriza por consumir diariamente frutas y verduras, pan y cereales principalmente integrales, legumbres y frutos secos, lácteos proporcionados primeramente por yogur y quesos, todo esto en conjunto con el aporte del aceite de oliva virgen extra como fuente de grasas cardiosaludables. El consumo de carnes es moderado, se prefiere el consumo de pescado en abundancia. Se deben potenciar los alimentos que sean de temporada y frescos y reducir los alimentos procesados. A todas estas características se le añade también el consumo abundante de agua y un estilo de vida activo.
Siguiendo estas recomendaciones reduciremos el riesgo de incidencia de enfermedades cardiovasculares, desarrollo de obesidad y diabetes tipo 2, disminución de la tensión arterial y disminución en la concentración del colesterol en la sangre.
Problemas en la alimentación
No obstante, en algunos casos podemos encontrarnos con algunas alteraciones en la conducta alimentaria. La ingesta selectiva es el trastorno que afecta a los más pequeños, a menudo antes de los 6 años. Consiste en una elección excesivamente caprichosa y restrictiva de los alimentos que comen. Por lo tanto, no se ingiere la cantidad adecuada y variada de alimentos y esto afecta al crecimiento de los pequeños. Según los alimentos que se excluyan puede aparecer una falta de vitaminas y si se abusa de otros, los niños pueden sufrir obesidad.
Estos comportamientos no tienen lugar porque los pequeños quieran adelgazar, ya que esa preocupación aún no existe, pero excluyen alimentos de la dieta por su textura o color, por un problema de conducta con el cuidador principal (es decir, no comen en función de con quién están, para hacer enfadar a los padres, reclamar atención o expresar malestar), por un problema de maduración intelectual...
La manera más efectiva de prevenir la ingesta selectiva es seguir unas pautas saludables de conducta alimentaria. Las pautas normales consisten en seguir una dieta mediterránea, variada, con una comida cada 4 ó 5 horas. Es muy recomendable que haya al menos dos comidas diarias en familia (normalmente desayuno y cena), que sean momentos relajados y con el televisor apagado. Todo ello también previene problemas generales de conducta y el riesgo de desarrollar un trastorno.
Para detectar el problema, es importante no imponer de golpe y mediante discusiones los alimentos que no le gustan al niño, sino ir incorporándolos a la dieta poco a poco. Si la respuesta gradual es positiva, no existe ningún problema. Si sigue habiendo resistencia excesiva a comer ciertos alimentos, consultar con el pediatra.

¿Cómo aplicar todo esto a la alimentación de nuestros hijos? Se proponen algunas recomendaciones:
-       El aceite de oliva virgen extra es el aceite por excelencia y se recomienda usarlo a diario para cocinar y aderezar las comidas.
-      Durante el día vuestros hijos deben consumir mínimo dos porciones de verduras. Podéis ofrecerlas como ensaladas en las comidas, haciendo una mezcla de diferentes tipos de verduras o podéis dárselas para picar o como merienda acompañadas de yogur por ejemplo.
-      La fruta debe ser su mejor golosina. Podéis dársela fresca, picada o triturada congelada en cubos simulando helados. Siempre favoreced la fruta de estación. Intentad que coma entre 2 a 3 piezas al día.
-      Incorporad los frutos secos en la alimentación diaria de vuestro hijo, ya sea en ensaladas, con el yogur, etc.
-  Los lácteos, preferentemente leche y yogurt, deben estar presente en la alimentación de vuestro hijo diariamente. Podéis dárselo en forma de batidos con fruta o en postres de leche caseros cuidando el aporte de azúcar. Intentad que coman por lo menos unas 3-4 raciones de este tipo de alimento al día.
-       Favoreced el pescado antes que la carne roja, e intentad no abusar de los rebozados o fritos.
-        No olvidéis que debe tomar pan, pasta, arroz o cereales cada día y si estos pueden ser integrales mucho mejor para aumentar el aporte de fibra.
-      Acostumbradle a que el agua es lo que nos quita la sed de manera más eficiente. Es lo que el organismo necesita.

-       Proponedle cada día hacer alguna actividad, ya sea ir al parque, montar en bici, saltar a la comba, bailar y preparar coreografías juntos, además de que será una gran actividad física, será un bonito momento en familia que no olvidarán.

lunes, 23 de octubre de 2017

RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS SIN GRITOS

CÓMO RESOLVER UN CONFLICTO FAMILIAR
Tal como explica Antonio Rébola Castro –educador social y máster en inteligencia emocional– en las relaciones familiares nos enfrentamos a diario al proceso de la negociación con nuestros hijos. Los estudios, las aficiones, la ropa, la hora de llegada, las tareas domésticas... En cualquier circunstancia y a cualquier edad, estas situaciones de negociación y conflictos son una oportunidad clara para enseñarles a negociar, a exponer de forma adecuada sus necesidades, a afrontar sus decisiones y a manejar la frustración ante un «no», pero un «no», que ha de ser de mutuo acuerdo.
Utilizar la mediación en un conflicto desde el acuerdo, sin ganadores ni perdedores, sin utilizar la autoridad como único argumento, contando con las necesidades y emociones de nuestros hijos, nos proporcionará, una herramienta más a la hora de llegar a acuerdos y compromisos, en los que todos tienen claro qué deben hacer, cómo y cuándo, y aceptar las consecuencias si no se hace. Para ello, se recomiendan algunas técnicas de mediación:

  1. No somos oponentes, somos socios. Formamos parte de una familia y la primera premisa es crear el ambiente de diálogo para que cualquier conflicto sea expuesto y resuelto de común acuerdo. La sensación al término de la negociación con nuestros hijos ha de ser de acuerdo y no de sometimiento o de haber perdido, todos ganamos. De esta manera, todos estamos vinculados a la solución, obteniendo derechos y deberes de ese conflicto.
  2. Ganadores y aprendices. Se trata de la búsqueda creativa de soluciones. Cuando ofrecemos un montón de posibles soluciones a un mismo conflicto, estamos desarrollando en nuestros hijos la capacidad de enfrentarse a un problema desde distintos puntos de vista. Ellos deben buscar entre lo expuesto qué solución les gusta más, que se comprometan con ella trabajando así en favor a su autoestima. Ellos deciden, sí, pero como padres, hemos propuesto esas soluciones que deben elegir.
  3. Escuchar con todo el cuerpo. Escuchar activamente construye relaciones que durarán para toda la vida como medio de comunicación familiar. Escuchar, reflexionar y explorar son los pasos a seguir para una escucha activa. Leer con la mente y el corazón lo que nos están diciendo, repetir las palabras del otro y ver si hemos comprendido lo escuchado, no atacar y compartir, abonará el camino en la búsqueda de la solución. Haciendo que nuestros hijos se sientan escuchados y entendidos, la negociación de cualquier conflicto pasa por un filtro emocional que nos ayudará a encontrar una solución mejor.
  4. Acordarse de lo que hacíamos nosotros a su edad. En demasiadas ocasiones nos olvidamos de cómo éramos nosotros como hijos. La dinámica e historia familiar, el entorno, las relaciones, nos darán muchas veces las pistas de porqué nuestros hijos solicitan algo. Sus relaciones son importantes y tenemos que entender que sus sentimientos, aunque nos parezcan ‘cosas de la edad’, son importantes para ellos. No reconociendo esos sentimientos solo conseguiremos que no nos cuenten sus cosas en el futuro.
  5. Manejar las emociones ante el conflicto. Debemos hacernos este tipo de preguntas e intentar descubrir la respuesta y la solución. ¿Por qué nos sentimos tan enojados? ¿Qué quiero cambiar? ¿Qué necesito para alejar este sentimiento? ¿De quién es el problema, realmente? ¿Qué parte del conflicto nos corresponde a nosotros? Preguntas de este tipo, nos aportarán las claves acerca de qué cosas están fallando en la resolución de los conflictos familiares y, en muchas ocasiones, también en nuestras relaciones personales.

EDUCAR SIN LEVANTAR LA VOZ. CÓMO PASAR DEL GRITO AL DIÁLOGO
Cuando los hijos no obedecen, cuando nos ignoran, cuando nos contradicen es fácil que nos enfademos y gritarles puede resultar una herramienta de resultado fácil.
Sin embargo, este hábito es poco recomendable si queremos inculcar buenos comportamientos, disciplina a largo plazo y una relación sana en el seno de la familia. El grito no es sólo un método de corto recorrido, sino que, además, puede tener consecuencias indeseables en el desarrollo de nuestros pequeños.
Los efectos negativos de los gritos son mucho mayores que los escasos beneficios que pueden aportar en momentos puntuales. En consecuencia, es importante trabajar actitudes y modos de afrontar situaciones complejas para dejar atrás los monólogos en tono de voz elevada dirigidos a nuestros hijos y poner en práctica diálogos respetuosos con ellos.
Daños limitantes e irreversibles
Educar mediante gritos genera un malestar constante, estrés, problemas de concentración, desmotivación, frustración, rabia, baja autoestima, desatención, etc. Vuestros hijos responderán de la misma forma y no sólo os gritarán a vosotros, sino que también lo harán en otros entornos, en la escuela, con los amigos, en sus actividades de ocio, etc.
Además, estudios psiquiátricos elaborados en el ámbito norteamericano han demostrado que estas prácticas pueden, incluso, alterar significativamente y para siempre la estructura de los cerebros de los niños.
Alternativas a levantar tu voz
La conexión emocional con vuestros hijos es fundamental para la disciplina Por ello, es tan importante cultivar, día a día, a través de pequeños momentos, la complicidad con ellos. Cuando los niños se sienten seguros y amados se encuentran más receptivos al diálogo y a entrar en razón antes de que estalle un conflicto a gritos.

Se proponen cuatro prácticas positivas para lograr armonía en casa:
1.  Antes de levantar la voz, respiro. Es recomendable que como padres, os avancéis al momento de pérdida de control para evitar los gritos. Por ejemplo, saliendo de la zona de conflicto durante breves momentos. Con ello, podréis replantearos la situación, respirar profundamente y calmaros. De esta manera, también enseñaréis a vuestros hijos a gestionar de una forma saludable situaciones de conflicto y a fijar dónde se encuentran los límites de la convivencia.
2.   Habla sobre las emociones. El enfado o la rabia son sentimientos habituales, pero también lo son la alegría, la tristeza, los celos o la frustración. Todas las emociones forman parte de la condición humana y debes enseñar a tus pequeños que son normales, pero que deben ser gestionadas coherentemente y con respeto. Por este motivo, es primordial el diálogo, hablar con vuestros hijos a menudo de la variedad de sentimientos que pueden experimentar y animarlos a desarrollar actitudes respetuosas tanto para ellos mismos como en sus relaciones con la familia y con amigos.
  1. Dirige el mal comportamiento con calma, pero firmemente. Es normal que los niños se porten mal en algún momento porque forma parte del proceso de su propio crecimiento. Hablad con vuestros hijos firmemente, respetando su dignidad, pero dejando claro que ciertos comportamientos son intolerables. En esta conversación debéis poner la mirada a su mismo nivel y estar próximo, incluso cogerles de la mano. Las perspectivas de arriba a abajo o distanciada no ayudan a resolver el enfrentamiento.
4.  Evita las amenazas. Aplicar castigos o amenazas crea en los niños más sentimiento de enfado, resentimiento y, en definitiva, agrava el conflicto. Además, a largo plazo, pueden limitar el desarrollo de las bases de una correcta disciplina. Ambos, castigos y amenazas, humillan y avergüenzan a los pequeños, con lo que se generan en ellos sentimientos de inseguridad. De hecho, una alternativa es mostrar a vuestros hijos las consecuencias positivas de un buen comportamiento.
Beneficios para la personalidad
Aportar serenidad a la resolución de momentos críticos, de conflictos, con vuestros hijos va a ser una clave no sólo en la constitución de su carácter, sino también de su personalidad y su capacidad para afrontar situaciones complejas en todos los ámbitos.
Los gritos pueden aparecer en momentos esporádicos, sin mayor trascendencia y como resultado del empecinamiento de los niños o del estrés y responsabilidades que arrastran los padres. Sin embargo, la práctica habitual de educar elevando la voz, imponiendo situaciones, requiere de un replanteamiento en su totalidad.
El grito es la respuesta rápida, pero como padres debéis recapacitar y replantear los conflictos con sosiego y dialogar con vuestros hijos. La conversación calmada, la escucha activa de todos los argumentos, e incluso, la opción de pedir perdón desde ambas partes, serán imprescindibles para una convivencia más agradable.

FAROS Hospital Sant Joan de Déu (Barcelona)


viernes, 1 de septiembre de 2017

CÓMO PREPARAR A LOS MÁS PEQUEÑOS PARA EL PRIMER DÍA DE COLE

Queridos papás, estos días previos al inicio de curso son cruciales para que el niño vaya adaptándose a los nuevos horarios y rutinas.

Os recomiendo una entrada del blog del maravilloso neuropsicólogo Álvaro Bilbao donde nos orienta con siete puntos clave a tener en cuenta.


¡Feliz inicio de curso a todos!

http://www.xn--elcerebrodelnio-crb.com/blog/7-dias-para-preparar-el-primer-dia-de-cole/

domingo, 28 de mayo de 2017

INTELIGENCIA EMOCIONAL

CÓMO PODEMOS EDUCAR LAS EMOCIONES EN FAMILIA

Tal como afirma Juan A. Planas Domingo –Presidente de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía y orientador del IES Tiempos modernos–, la sociedad del futuro demanda, cada vez más, personas con una gran madurez emocional, capaces de tolerar la frustración, trabajar en equipo, muy motivados y con gran capacidad de liderazgo. Capacidades, todas ellas, relacionadas con la inteligencia emocional –como la perseverancia en la tarea, la capacidad de innovación y creatividad, la empatía…– y necesarias para mejorar personal y profesionalmente. Por eso, iniciamos hoy una serie de colaboraciones relacionadas con la importancia de la educación emocional. ¡Y qué mejor que educar estas competencias desde la niñez!
Comenzaremos por explicar qué se entiende por ‘inteligencia emocional’. Cuando nos referimos a este concepto, hablamos de la capacidad para poder reconocer nuestras propias emociones y las de los demás, regularlas y saber adaptarlas a las necesidades personales. Por ejemplo: el niño que es capaz de consolar a su amigo que llora amargamente, que tolera bien la frustración o que sabe demorar la recompensa tiene inteligencia emocional.
 
A continuación, proponemos algunas pautas y consejos básicos para que las familias podáis poner en práctica y llegar a desarrollar esas capacidades emocionales:
1.    La autoestima, fundamental. Es importantísimo fomentar desde su más tierna infancia la autoestima de tus hijos. Ofréceles siempre seguridad y previsibilidad. No hay nada que genere mayor inseguridad en un niño pequeño que las normas cambiantes, la falta de previsión y los cambios bruscos.
2.    Aprender de la adversidad. Debemos enseñar a nuestros hijos, día a día, a sobrellevar las adversidades. Es muy educativo que aprendan que cada error conlleva una consecuencia y que no todo lo que se quiere en esta vida, se puede conseguir.
3.    Los premios, poco a poco. Es preciso acostumbrarlos a ralentizar los premios. La inmediatez en recibir cualquier compensación hace que nuestros hijos se vuelvan exigentes y ansiosos. Obviamente, habrá que ir acompasando esta demora a la edad.
4.    Límites y curiosidad. Saber poner límites, imprescindibles en su educación, favorecer la autoestima y fomentar siempre su curiosidad tiene mucho que ver con todo lo relativo a la inteligencia emocional.
5.    Expectativas, siempre favorables y realistas. Debemos acostumbrar a nuestros hijos al sentido del humor, a ser optimistas y a tener expectativas de éxito. La famosa autoprofecía cumplida tiene mucho que ver con las expectativas que vayamos generando para ellos. Si nosotros les transmitimos unas expectativas favorables y realistas ellos tenderán a esforzarse por cumplirlas y, por el contrario, cuando éstas sean bajas, se desanimarán con facilidad y no se esforzarán por mejorar y superarse.
6.    Empatía y resiliencia. Existen también otras cualidades, no menos importantes, que se deben y pueden trabajar desde la propia familia, en el ámbito de la educación emocional, como son la empatía –saber ponerse en la piel del otro– y la resiliencia –capacidad para sobreponerse en las adversidades–. Y, como siempre, para fomentarlas, nada mejor que predicar con el ejemplo.

¿POR QUÉ DEBEMOS EDUCAR NUESTRAS EMOCIONES?

Se habla mucho de la inteligencia emocional, de educar las emociones, de entrenar las habilidades sociales... Pero, ¿por qué?, ¿para qué sirve?, ¿es una moda pasajera o algo realmente importante y beneficioso? Pilar López Laboria –Educadora emocional– nos da algunas claves.
1.  La inteligencia emocional se relaciona con la capacidad de ser feliz. Todo lo que suponga ser uno mismo, conocerse, expresarse, relacionarse adecuadamente, tener iniciativa, plantearse objetivos, saber lo que nos gusta, lo que no, hace que actuemos de forma coherente con nosotros mismos y eso genera bastante bienestar y calma.
2.   Es muy útil para hacer amigos. Saber cómo relacionarnos con los demás, aprender valores vinculados con la amistad o la cordialidad, aprender a poner límites y resolver conflictos, entre otras capacidades, hace que las relaciones sociales sean agradables y satisfactorias. El ser humano es un ser social y este tipo de interacciones son muy importantes para su desarrollo.
3.    Sirve para sacarle el mejor provecho a la vida. Aprender a pensar bien y sentirse mejor –en lugar del «piensa mal y acertarás»– hace que sintamos siempre que «no hay mal que por bien no venga».
4.  Se puede aprender. La personalidad, las experiencias y la educación, básicamente influyen en nuestra inteligencia emocional, pero al igual que aprendemos inglés, la inteligencia emocional se puede desarrollar. Así que si nos inquieta que nuestros hijos no tengan desarrollados alguno de estos aspectos, ¡la solución es bien fácil!
5.  Nos ayuda a tratarnos mejor. Estamos con nosotros mismos toda la vida. Si nos conocemos y nos respetamos, nos proporcionaremos una dosis importante de amor muy necesaria para nuestro día a día. Una sana autoestima es una garantía de una adecuada salud mental.
6.    Nos permite ser más dueños de nuestros actos. Actuar mejor cuando nos encontramos nerviosos es fruto del autocontrol, que se aprende a desarrollar cuando conocemos cómo funcionan nuestras emociones y nuestro pensamiento; esa amalgama de sensaciones que sucede dentro de nosotros se puede diseccionar, comprender y regular.
7.  Enseña a caer y a levantarse. En la vida siempre nos vamos a encontrar con frustraciones y educar es preparar para la vida. No podemos evitar a nuestros hijos los obstáculos, pero sí enseñarles a esquivarlos y a recuperarse tras tropezar con ellos. La tolerancia a la frustración es una buena base para persistir en nuestros objetivos y aprender de nuestros errores.
8.    Desarrollar la inteligencia emocional nos acerca a nuestros objetivos. Si sé quién soy y sé lo que quiero, es más fácil trazar un plan para conseguirlo. Los logros contribuyen a la felicidad.
9.    Nos ayuda a ver la parte positiva de la vida. Se puede aprender a ser optimista, más que nada porque los niños aprenden a pensar cuando escuchan hablar a sus padres, así que... siempre hay algo que agradecer por feo que se ponga un asunto.

10. Mejorará la relación entre padres e hijos. Claro está que para tratar de transmitir todo esto a nuestros hijos tenemos que estar en sintonía. Si nosotros mejoramos nuestra inteligencia emocional y la aplicamos en su educación, podremos tener una relación sana, constructiva y enriquecedora con ellos.

jueves, 18 de mayo de 2017

QUITAR EL PAÑAL Y EL CHUPETE

¿CÓMO QUITAR EL PAÑAL?
La pedagogía Montessori se basa en respetar el ritmo de desarrollo del niño. Los peques tienen una capacidad innata para aprender, por lo que la tarea de los padres es facilitarles un entorno seguro y lleno de estímulos donde el niño pueda desarrollar sus habilidades. Algo que no debemos olvidar cuando realicemos la retirada del pañal.
El control de esfínteres (pipí y caca) se suele producir entre los 2 y 3 años de edad, aunque algunos niños pueden hacerlo más tarde por muchas razones: nacimiento de un hermano, comienzo de la guardería, cambio de horarios de los padres, cambio de casa, enfermedad, etc. Para llevar a cabo este importante cambio se necesita tiempo y paciencia.
CUÁNDO INICIAR EL ENTRENAMIENTO
Cuando el niño puede colaborar, generalmente alrededor de los 2 años.
  1. Tiene suficiente preparación física: puede caminar sin ayuda, tiene una buena coordinación de las manos, sabe subirse o bajarse los pantalones, etc.
  2. Ya es capaz de seguir instrucciones: por ejemplo, sentarse en una silla, levantarse, imitar a alguien.
  3. Controla la vejiga: se nota que el niño orina bastante de una vez (no en pequeñas cantidades y frecuentes), se mantiene seco durante 2 ó 3 horas y se da cuenta de que va a orinar por los gestos o postura que pone.

ORIENTACIONES PARA QUE LA RETIRADA DEL PAÑAL FLUYA CON NATURALIDAD:
  1. Asegúrate de que el pequeño esté listo, sin importar su edad. Lo ideal es hacerlo cuando el pequeño esté preparado para controlar sus esfínteres, independientemente de su edad. Algunos alcanzarán esa madurez fisiológica antes y otros tardarán un poco más. Violentar ese proceso sólo generará frustración en los padres y malestar en el niño.
  2. Olvídate de la estación del año. Es cierto que durante el verano es más fácil retirar el pañal porque el pequeño lleva menos ropa, pero no hay ninguna necesidad de comenzar su retirada sólo porque la temperatura es idónea. Si el niño está preparado para dejar el pañal en pleno invierno, no debe suponer ningún problema.
  3. Coloca todo lo necesario al alcance de su mano. Es fundamental desarrollar la autonomía del niño, y para ello es importante que tenga al alcance de su mano todo lo que necesita, ya sea un orinal, un escalón para que pueda subir al váter o unas toallitas húmedas. De esta manera el pequeño no dependerá de sus padres. También sería conveniente que la ropa que le pongas sea fácil de quitar y poner, así el pequeño no tendrá que forcejear cuando llegue el momento de ir al baño y reducirás el riesgo de que se produzcan “escapes”. También colocar algunos cuentos para que pueda leer mientras está sentado, ideal si son relacionados con esta nueva etapa. 
  4. Enséñale desde pequeño. En la pedagogía Montessori los espejos tienen un papel importante, por lo que puedes usarlos para brindarle a tu hijo un papel más activo desde pequeño. Por ejemplo, puedes cambiarle frente a un espejo, de manera que vea tus movimientos y vaya aprendiéndolos. La idea es que le hagas partícipe cada vez que le cambies el pañal, puedes preguntarle cuál desea usar, mostrarle la diferencia entre los pañales secos y mojados e irle enseñando a lavarse las manos, motívale a que sea independiente. Considera que si el niño ya sabe quitarse la ropa y asearse, la retirada del pañal será mucho más fácil.
  5. Podemos ir con el niño a comprar el orinal o aplicadores para el WC (reductor para ponerlo en la taza y escalón para que apoye los pies). De este modo le estamos motivando e implicando en el cambio.
  6. No utilizar premios ni castigos. La retirada del pañal no es una competencia, no es necesario plantearlo como un reto para que el niño logre ir al baño solo en la menor cantidad de días posible. De hecho, tampoco se deben utilizar premios ni castigos ya que el pequeño debe ver este proceso como algo normal en su desarrollo. Obviamente, tampoco se le debe regañar. No hay que castigar, discutir o avergonzar al niño si hay un “fallo”. Los niños aprenden a base de repetir las cosas, sobre todo si son agradables. Los padres deben estar preparados para los retrocesos y restarles importancia.
  7. No obligarle a usar el váter. Algunos padres sientan a los niños en el váter como si fuera un castigo, pero de esta manera sólo lograrán sentar un precedente negativo y en algunos casos incluso pueden desarrollarse malos hábitos que causen estreñimiento. En su lugar, necesitamos crear una rutina de micción, es decir, poner un horario e ir preguntándole cada 2/3 horas (va bien el fin de semana que tenemos más tiempo). Comunícaselo con paciencia, él casi no tiene un lenguaje desarrollado; explícaselo en forma de cuento. Si no le gusta utilizar el orinal o WC se puede acompañar ese momento con algún muñeco o música. No debe tener miedo y si hiciera pis o caca, hay que abrazarle y darle la enhorabuena. Enséñale que vosotros también hacéis pis y caca en el wáter. Los niños aprenden por imitación, si te sientas y le enseñas, él también lo hará sin miedos.
  8. El pañal de la noche siempre tardará más en su retirada, no hay que desesperarse porque con ello le traspasamos nuestras angustias y empeoramos una situación que en principio es muy sencilla. Cuando lleve días con el pañal seco ya puedes quitárselo, pero hay que seguir recordándoselo cada 3 horas (puede haber escapes en cualquier sitio de la casa, hay que informarle y que nos ayude a recogerlo pero sin darle más importancia). Si aparece húmedo o muy mojado no conviene retirarlo porque el niño va a mojar las sábanas y puede enfriarse lo que va a ser peor.
  9. Recuerda que es su proceso, no el tuyo. Tu hijo será quién te indique cuándo desea dejar el pañal, tu misión se limita a acompañarlo en el proceso. De hecho, es fundamental que no intentes acelerar este aprendizaje sino que te armes de paciencia. No abordes la retirada del pañal como una obligación, preséntaselo a tu hijo como un proceso natural, en el que va ganando autonomía. Explícale que ya es mayor, que ya puede usar el váter y que vamos a empezar a quitar el pañal motivándole a ello.

¿CÓMO QUITAR EL CHUPETE?
Cerca del 85% de los bebés usan chupetes, un hábito que les infunde tranquilidad y les permite aliviar las tensiones. Sin embargo, lo ideal es plantear pronto su retirada. Para ello no se puede pretender que el bebé deje el chupete de un día para otro, se trata de un hábito que le da seguridad y confianza, por lo que no siempre es fácil eliminarlo.
Debéis emprender este proceso con paciencia y sin obsesionaros con ello.
Casi nada se consigue con los niños de un día para otro, sobre todo cuando el nivel de dependencia es elevado. Lo mejor es prevenir el problema. Para ello es fundamental comenzar su retirada entorno a los 12 meses. En ese momento en el que el bebé se pone de pie y empieza a explorar el mundo en bipedestación, su universo se amplía y podemos aprovechar otros estímulos para entretenerle.
Al inicio será mejor que no se lo quitéis del todo, hacedlo de forma paulatina. Por ejemplo, podéis dárselo sólo por las noches cuando va a dormir y para momentos de estrés o cansancio importantes. Eso sí, es importante que converséis este cambio con el niño y que le expliquéis que como se está haciendo mayor, va siendo hora de dejar el chupete.
A menudo es de gran ayuda pactar una fecha a partir de la cual comenzarán a aplicarse los cambios.
Más adelante, entre los 18 y los 24 meses, máximo a los 2 años y medio, está bien plantear la retirada definitiva. El niño nunca va a estar preparado, no lo vais a poder consensuar, ya que la retirada del chupete es una decisión adulta.
Es importante recordar que hasta los dos años el chupete no provoca ningún daño, pero si a los tres años el niño no ha abandonado este hábito, podría afectar su respiración y masticación. Además de las conocidas malformaciones dentales, también se ha demostrado que el chupete entorpece la adquisición del lenguaje.
Poner una fecha límite e ir trabajando para conseguir el objetivo es una buena táctica. Y como en casi todo lo relacionado con la crianza, con más o menos dificultad y/o noches difíciles todo el mundo lo acaba consiguiendo.

CLAVES PARA QUITAR EL CHUPETE:
No tenemos la clave del éxito pero podemos citar algunas ideas que ayudan:
  • No quitarlo de golpe. Mentalizar al niño y aseguraros que lo ha entendido. Se puede contar con la ayuda de los Reyes Magos, Ardilla Pilla, el Ratoncito Pérez, el Hada de los Chupetes… para que se lleven el chupete.
  • No hacerlo coincidir con otros cambios importantes como quitar el pañal, cambiarle de la cuna a la cama, cambiarle de habitación, el comienzo de la guarde o el cole o la llegada de un nuevo hermanito.
  • Asegurarse de que contáis con tiempo y grandes dosis de cariño y paciencia.
  • No ceder y volvérselo a dar, porque perderíais toda la credibilidad y la segunda vez sería mucho más complicado.
  • Reforzar su autoestima: repetirle que ya no lo necesita, que ya es mayor, que lo está haciendo muy bien.
  • Buscar un sustituto que le dé seguridad, como un Dou Dou.
SE DEBE EVITAR:
Muchos padres optan por tirar el chupete o por untarle sustancias amargas. Ten presente que estas estrategias normalmente son contraproducentes, ya que pueden pueden consolidar aún más la necesidad del chupete. De hecho, a menudo los niños optan por chuparse el dedo, un hábito que es aún más difícil de erradicar y que aumenta considerablemente el riesgo de desarrollar malformaciones dentales.