martes, 6 de mayo de 2014

Claves para padres y madres estresados



Con frecuencia, los padres gritamos, nos enfadamos con nuestros hijos, ‘perdemos los nervios’ y cargamos con una insoportable sensación de culpabilidad. Todo un cúmulo de situaciones que puede llegar a generar el temido estrés. Lo más aconsejable es asumir que no somos perfectos y que nuestros hijos tampoco lo serán. Tener en cuenta las siguientes pautas puede ser el comienzo de una relación a salvo de la ansiedad y del mal humor que tanto daño hacen a nuestros hijos y a nosotros mismos.


  1. Poner metas acordes a su edad y a su personalidad. Una exigencia excesiva puede ser frustrante tanto para el niño como para a los padres. Es mejor apostar por el tiempo de calidad. A veces, invirtiendo poco se puede ganar mucho.

  2. El esfuerzo y la perseverancia, claves. Y esto vale tanto para el juego y el deporte como para los estudios. La felicidad de estar en la cima es directamente proporcional al esfuerzo que costó alcanzarla. Es aconsejable proporcionar recompensas parciales para que no decaiga el ánimo.

  3. Las promesas y los castigos están para cumplirse. Si un castigo no se hace efectivo pensarán que no cumplimos nuestra palabra. Hay que mantener la posición y mostrarse firmes, aun- que cueste. Los límites son necesarios para su madurez. Lo mejor es olvidarse de esos castigos imposibles que ni nosotros mismos nos creemos, por ejemplo: «No vas a ver la tele en todo el curso». Los castigos deben ser cortos y mensurables del tipo: «Esta tarde no sales» o «Esta semana no tienes móvil».

  4. Es imprescindible negociar. Por muy pequeños que sean nuestros hijos es la  mejor receta para que se impliquen con las normas. Por ejemplo: cambiar habitación ordenada toda la semana por sesión de cine el sábado. La recompensa les motivará y hará que se habitúen a la responsabilidad y el trabajo.
  5. No se pueden mantener todos los frentes abiertos. Es necesario elegir un terreno en el que no bajemos la guardia y que nos permita estar más relajados en los demás. Por ejemplo: reservar las energías para su rendimiento escolar y ser más flexibles con la alimentación, las horas de tele o las salidas a la calle.
  6. El aburrimiento, terreno abonado para su creatividad. Si el niño juega solo en un rincón no hay que llamarlo ni buscarle rápidamente una actividad. No se debe rentabilizar su tiempo al máximo. La soledad enseña a sentir deseo, a elaborar estrategias y a desarrollar su imaginación.
  7.  Predicar con el ejemplo. Si nos ven felices en una exposición, un concierto o con un libro en la mano, ellos también querrán hacerlo. No hay que ser siempre la eterna profesora o convertir cualquier salida en una rigurosa visita  pedagógica.
  8. Cualquier momento es bueno para abrir su mente. Las canciones de sus grupos favoritos son perfectas para aprender inglés; los viajes en familia, para la  geografía; los libros, para la lengua y la literatura; y las salidas al campo o visitas al zoo para la biología. No todo está en los libros o en internet.
  9. Con los niños y adolescentes es cuestión de método. De nada sirve estar encima, atendiendo sus deberes. Hay que enseñarles a planificar su tiempo. Así conquistarán (y disfrutarán) su autonomía.
  10. No anticiparse a sus preguntas y necesidades. Hay que esperar a que lleguen y ofrecer respuestas adecuadas.  En cuestiones sexuales, mejor mostrarse abiertos y dialogantes, y respetar su intimidad. Ofrécele libros sobre el tema. Que sepa que no nos inmiscuimos, pero que no somos ajenos a sus asuntos.
  11. Recompensas de acciones o elogios, mejor que regalos. Siempre es mejor recibir como premio ir juntos al parque o jugar a su actividad favorita, que comprar ‘chuches’ o ropa.
  12. Y nuestro cariño, por encima de todo. Eso supone alabar sus progresos y también poner límites. Lo más importante para cualquier persona es la felicidad y, para ello, es imprescindible tener inteligencia emocional. Los padres somos los principales maestros a la hora de enseñar y practicar las habilidades sociales.


ASOCIACIÓN ARAGONESA DE PSICOPEDAGOGÍA

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