domingo, 31 de enero de 2016

CÓMO EDUCAR LA RESPONSABILIDAD DE NUESTROS HIJOS/AS

Hacerse la cama, prepararse la ropa del día siguiente, la mochila, deberes, estudiar… son algunas de las tareas que nuestros alumnos/as deben de llevar a cabo todos los días. En muchos casos, estas actividades son realizadas de manera autónoma por vuestro/a hijo/a, pero, ¿Y si no lo hacen? ¿Tengo que estar encima de él/ella hasta que adquiera estos hábitos? El siguiente artículo tiene como objetivo dar a conocer algunas pautas para educar la responsabilidad en el día a día. Aspecto que desde el Departamento de Orientación del colegio, creemos que es fundamental para el desarrollo íntegro de nuestro alumnado tanto en su dimensión personal como curricular.

  1. Refuerza siempre las conductas adecuadas. Reconoce que lo que ha hecho tu hijo está bien y muestra tu satisfacción, proporcionándole estímulos agradables (caricias). Las caricias pueden ser: verbales «me ha gustado lo que has dicho», «te felicito por lo que has hecho», «tu intervención ha sido muy interesante»…–; gestuales: una mirada amable, un gesto de aprobación, una sonrisa, guiñarr un ojo…; físicas: un beso, un apretón de manos, una palmada en la espalda, un abrazo, una caricia… y materiales: regalos con valor económico que deben reservarse para situaciones muy concretas y extraordinarias.
  2. Reprueba siempre las conductas inadecuadas. Déjale bien claro que lo que ha hecho está mal, es inadecuado o improcedente y que esperas que no se vuelva a repetir.
  3. Confronta las conductas inapropiadas. Cuando consideres que una conducta inadecuada se está repitiendo con frecuencia o entraña cierta gravedad debes confrontarla siempre. Para ello, elige el momento y lugar adecuados y utiliza la siguiente estrategia:
    1. Describe la conducta objetivamente. Sé riguroso. En ningún caso hay que exagerar utilizando generalizaciones del tipo «siempre estás distraído», «nunca me escuchas», «todo lo haces mal» o «nada está en su sitio». Cíñete a los hechos concretos, teniendo en cuenta que el rigor no está reñido con la generosidad, más bien son aliados. Cuando hacemos una descripción generosa estamos tendiendo la mano. Recuerda que nuestro objetivo es educar no acorralar.
    2.  Explícale por qué esa conducta no es buena. Sé asertivo. Las conductas no son inadecuadas «porque sí» o «porque lo digo yo», tienen una explicación que debemos conocer para poderla transmitir. No debes confundir conducta con identidad: una cosa es decir una mentira y otra muy distinta ser un mentiroso. No utilices etiqueta: vago, desmotivado, baja autoestima, mentiroso, desordenado, perezoso, irresponsable...
    3. Impón la sanción que tengas prevista. Aunque no nos gusta castigar debemos hacerlo cuando sea necesario. Frases como «que sea la última vez» o «¿verdad que ya no lo harás más?» deben desaparecer de nuestro repertorio, de lo contrario corremos el riesgo de repetirlas con frecuencia y entonces el mensaje que estamos transmitiendo es: «pase lo que pase, no pasa nada». Ten en cuenta que el castigo sirve para controlar la conducta pero no necesariamente educa, por eso, es necesario el siguiente paso.
    4. Pídele alternativas adecuadas. Puedes hacerlo preguntándole «¿qué otra cosa podías haber hecho?». Si no nos da alguna alternativa aceptable, dejaremos pasar un tiempo máximo de 24 horas para que lo piense. Si transcurrido ese tiempo no aporta ninguna opción, seremos nosotros los que le daremos algunas alternativas adecuadas. Así, la próxima vez que se encuentre ante una situación similar, podrá elegir entre comportarse adecuadamente o no. Y entonces, en cualquier caso, quedará patente que es responsable de su conducta, porque es la él que ha elegido.
    5. Y recuerda que la responsabilidad es una virtud y un valor. Por eso, cultivar la responsabilidad es fomentar el autoconocimiento y la autoestima porque incrementa la seguridad y confianza en uno mismo y, como consecuencia, favorece el desarrollo de la autonomía.


No hay comentarios:

Publicar un comentario